Pasaje a considerar: Santiago 3:1-12

     En la clase bíblica del domingo 23 de febrero de 2014, discutimos el tema de la lengua. Nuestro maestro, el Pastor Javier Negrón, nos desmenuzó el mensaje del autor epistolar. Primero que todo, es importante decir que los receptores de la carta fueron comunidades judías, con conocimiento de la ley y participantes del evento de la diáspora (Santiago 1:1). La intención de Santiago es dar enseñanzas e instrucciones prácticas a dichas comunidades.

     El primer verso dice: «no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (Santiago 3:1). Dentro de los foros de instrucción, había personas que pretendían enseñar sin tener conocimiento pleno de lo que decían. Esto muchas veces traía controversias, imposibilitando que se aprendiese una doctrina sana y libre de subjetividades. El hecho de instruir sin poseer el conocimiento adecuado, puede dar lugar a malas interpretaciones y pensamientos erróneos; pues la influencia del que enseña es grande. Es por esto que la responsabilidad del maestro es grandísima, y las consecuencias de sus errores son considerables.

     Continúa Santiago en su carta describiendo la lengua como un miembro del cuerpo, pequeño en tamaño, pero con grandes potenciales. La compara con el timón de una embarcación, y con el freno del caballo. ¡Cuán grande es una nave, y cuán enérgico es el caballo! Sin embargo; ¡cuán pequeña es la pieza que las gobierna! Así es la lengua, insignificante en dimensión, pero poderosa en aquello para lo que se emplea.

[quote align=»center» color=»#E82F0C»]… con ella bendecimos a Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres… (Santiago 3:9)[/quote]

     A pesar de su poder, dice Santiago: «es un fuego de maldad. . . contamina todo el cuerpo. . . inflamada por el infierno» (Santiago 3:6). También reitera: «con ella bendecimos a Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios» (Santiago 3:9). El hablar mal de alguna persona es como lanzar lodo hacia la misma; queda evidenciado por el sucio que se quedó en nuestras manos. Además, el murmurar tiene repercusiones en el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Cuando murmuro de mi hermano, y con la misma boca alabo a Dios, ofendo la santidad de Dios.

     «Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera dar aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce» (Santiago 3:12) Por tanto, debemos aprender a domar nuestra lengua y guardar lo que decimos. «Si alguno no ofende en palabra, este es varón perfecto, también capaz de refrenar todo su cuerpo» (Santiago 3:2).  Tenemos al Espíritu Santo, quien nos ayuda a perfeccionarnos y hacernos fuertes en nuestra debilidad. Ejerzamos el dominio propio y cuidemos lo que digamos. Seamos imitadores de Cristo, quien es perfecto.

 

[quote align=»center» color=»#E82F0C»]Mi Casa Es Casa De Todos[/quote]