«Cristo no buscaba ser el centro de atención. Su centro de atención era la humanidad». Con esas palabras, la Pastora Iris N. Torres dio inicio al Culto al Altísimo matutino del domingo 11 de enero de 2015, tomando como base Juan 4: 1-30.

Cristo sabía que los discípulos, y cualquiera que lo viera, lo mirarían con sospecha al verlo hablar con una mujer de dudosa reputación, pero le era necesario pasar por Samaria; y fue a encontrarse con aquella mujer», dijo la Pastora. Cristo tuvo misericordia de esa mujer. Fue al pozo a la hora precisa en la cual Él sabía que se encontraría con ella, y le pidió agua. «El alma de aquella mujer valía más para Cristo que cualquier señalamiento de las personas. Dios no se mueve por apariencias ni por reputaciones; Él es movido por un corazón dispuesto», dijo.

Cristo no juzgó a la mujer. Aun conociendo su historia, le ofreció el agua que sacia la sed del alma; del agua que Él mismo da. Él no buscó a alguien recto o impecable según las normas de la sociedad, sino que buscó a esa mujer; una juzgada y sufrida por los embates de los prejuicios de la sociedad. «¡Si Él ama al pecador de esa manera, nosotros debemos amar a nuestro prójimo de la misma forma!», exclamó la Pastora. «El hecho de que Cristo nos haya hecho nuevas criaturas no nos da derecho a creernos mejor que nadie. El que Él haya tenido misericordia de nosotros no nos da derecho a juzgar al necesitado. Es hora de aprender a servir al prójimo. La iglesia ha perdido el sentido de servicio que la caracterizaba, ¡retomémoslo!», expresó.

Aquella mujer no escondió su realidad. Cuando el maestro le pidió que buscara a su marido, ella respondió con verdad: «no tengo marido». Cristo, movido por su honestidad, respetuosamente le reveló su verdad para demostrarle que Él era el Cristo que ella y su gente esperaba: «… cinco maridos has tenido, y el que tienes no es tuyo…». «¿Por qué esconder nuestra realidad delante de Dios? Él sabe todo sobre nosotros. Aun sabiéndolo todo sobre ti, Él no te juzgará ni señalará. Seamos honestos con Dios, y Él, como hizo con la samaritana cuando esta le reveló su verdad, nos cambiará con su amor. ¡Cuán dulce es el amor de nuestro Dios!», exclamó la Pastora.

El amor de Dios es capaz de sanar nuestro dolor y nos mueve a perdonar a quienes nos lastimaron. «Cuando Cristo le dijo a la samaritana que Él era el Mesías, ella emocionada dejó su cántaro y volvió a su ciudad, esa misma ciudad que la había señalado y ultrajado, a anunciar que Él estaba allí. Corrió a anunciar a todos que había conocido al Cristo; que corrieran a conocerlo ellos también. El amor de Dios nos mueve a llevar el bien aun a aquellos que nos hicieron daño. Así es el amor de nuestro Dios», finalizó la Pastora.

Amado y amada, le invitamos a que nos acompañe en el Culto al Altísimo Matutino todos los domingos de 10:30 a 12:00. Venga con nosotros a adorarle de mañana.

 

 

Mi casa es la casa de todos.