La palabra de la noche estuvo expuesta por la pastora Iris N. Torres Padilla y la base bíblica para la exposición de la palabra fue el Libro de Jeremías.

El nombre de Jeremías significa “El Señor pone el fundamento”. Lo más interesante dentro de la historia de Jeremías es que él fue llamado a un ministerio al que no quería ser llamado. Jeremías era soltero, no tenía familia, ni hijos; cuenta el relato bíblico que nunca se casó. Dios usa a quien no quiere ser usado. El llamado de Jeremías fue duro; y trató de evadirlo, pero no pudo.

Jeremías profetizó bajo cinco reyes, principalmente en Jerusalén, comenzando con Josías. «Dios tuvo un trato especial con Jeremías y se encargó de establecer un llamado poco común. Aquellos que indican que la Biblia no es la palabra de Dios y que pasó de moda y efectividad, se equivocan. Todas las respuestas a tus dudas se encuentran en la Biblia», comenzó la pastora.

El llamado de Jeremías fue desde el vientre. El poder de Dios no se limita a tiempo ni espacio. «El plan de Dios comenzó para tu vida desde el día en que fuiste concebido. ¿Qué importa que tu principio haya sido pequeño si el final será uno lleno de gloria?», continuó.

«El siguiente refuerzo positivo que le dio Dios a Jeremías fue contrarrestar su palabra negativa con una encomienda positiva. Jeremías no sabía lo que iba a enfrentar; fue uno de los personajes bíblicos que más sufrió. No es tu palabra quien cambia tus circunstancias, sino la palabra de Dios a través de ti. Dios le reafirmó su llamado y le dijo dónde lo iba a poner. El ministerio de Jeremías comenzó de esta forma; hablando sobre la apostasía. La palabra fue dura y el pueblo se molestó porque no deseaban que se le profetizara juicio», exclamó la pastora.

No había consuelo para el corazón de Jeremías; pactos rotos, compromisos violentados y enemigos levantándose contra la obra. Tanto así, que maldijo el día en que nació y quien le mencionó a su madre que había nacido varón. Sin embargo, en medio de una de sus crisis más profundas reconoció que Dios lo conocía. «A Jeremías lo dieron por muerto, lo metieron en una cisterna y lo apresaron, pero lo que Dios llama no hay quien lo obstaculice. En su última crisis, Dios no lo regañó por su queja, ni lo juzgó; solo escuchó y se metió a la cisterna con él, y dice el Libro Sagrado que Jeremías terminó rindiéndose a Él», finalizó la pastora.

¿Qué nos enseña este libro hoy? Dios te conoció desde antes que fueres concebido. Formó parte de tu formación. Te visitó. Te separó. Te ungió. Quitó de tu boca la culpa y puso en tu boca palabra nueva y, aunque la palabra sea dura, hay que decirla porque Dios la puso. Estará contigo siempre

Jeremías murió solo, no dejó descendencia y vivió la cautividad dolorosa de la cual Daniel y los jóvenes hebreos fueron participes y vivió también el juicio contra su nación.

Aunque Puerto Rico sea declarado muerto, el sueño de Dios nunca muere. La mano de Dios moverá la lápida y dará vida a los huesos secos.

Mi casa… Es la casa de todos