Quienes se dejan arrastrar por la codicia, ven a cada persona y a cada situación como un blanco para obtener provecho. Las personas que quieren que se les valore como hermosas o talentosas, ven a los demás como la competencia. Las personas amargadas tienen la piel muy sensible y ven cada desacuerdo, aunque poco importante, como una afrenta personal. Las personas desconfiadas ven a los demás como gente que por naturaleza no es de fiar, aun aquellos que una vez y otra han demostrado lo contrario. Pablo hace esa misma observación en una carta a su amigo Tito: «Para los puros todo es puro, pero para los corruptos e incrédulos no hay nada puro. Al contrario tienen corrompidas la mente y la conciencia» (Tito 1:15). La Biblia contiene muchos ejemplos de personas cuya percepción distorsionada dictó su manera de actuar. Cuando Moisés envió a los espías para que regresaran con un informe acerca de la Tierra Prometida, dos de ellos dijeron, «Tomemos posesión de ella», pero los otros diez dieron este informe: «Comparados con ellos, parecíamos langostas»(Números 13:33). Es difícil luchar si uno se ve a sí mismo como un insecto, y al enemigo como un gigante. Cuando David fue elogiado por el pueblo por la muerte del gigante Goliat, el rey Saúl se enojó en gran manera contra el joven. Los fariseos consideraban a Jesús como una amenaza a su poder y su autoridad. Lucas nos dice: «Así que los maestros de la ley y los fariseos, buscando un motivo para acusar a Jesús, no le quitaban la vista de encima para ver si sanaría en sábado» (Lucas 6:7). Él, lo hizo, ellos se enfurecieron y conspiraron para matarlo. Jesús enseñó cuán importante es tener una buena percepción. En su sermón más conocido, explicó: «El ojo es la lámpara del cuerpo. Por tanto, si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz. Pero si tu visión es nublada, todo tu ser estará en oscuridad. Si la luz que está en ti es oscuridad, que densa será esa oscuridad»(Mateo 6:22-23).

[quote align=»center» color=»#E80C7A»]Cuando vemos que alguien reacciona de manera desproporcionada ante una persona difícil o una circunstancia dolorosa, podemos estar seguros de que esa persona es miembro del Club de los Corazones Heridos.[/quote]

Cuando vemos que alguien reacciona de manera desproporcionada ante una persona difícil o una circunstancia dolorosa, podemos estar seguros de que esa persona es miembro del Club de los Corazones Heridos. La gente que ha sido herida tiende a responder a la defensiva. Ve problemas donde no los hay, y cuando se presenta una situación problemática, la ven como una catástrofe. Las personas que han sido heridas, también tienen una sola palabra para describir su condición: «víctima». Su percepción equivocada les envenena el corazón y arruina sus relaciones. Solo la gracia de Dios puede suavizar la dureza de un corazón amargado y sanar las profundas heridas de un corazón destrozado. Cuando experimentamos la gracia, aprendemos también a extenderla a quienes nos han herido. Las percepciones defectuosas distorsionan los matrimonios, las amistades y las relaciones de todo tipo. Cuando un corazón herido nos nubla la visión, no podemos ver el bien que hay en los demás, exageramos todo lo que sea negativo y nos deleitamos al sacarlo de la superficie. La mujer que ha sido víctima por parte de su novio o del esposo, podría ver a los hombres como una amenaza. El empleado cuyo jefe lo ha tratado de manera injusta, creen que no pueden confiar en ninguna persona con autoridad sobre él. Las personas que sienten que un amigo los ha traicionado, no están dispuestas a ser vulnerables y a arriesgarse nuevamente.

En las Escrituras, los autores hablan de la vital importancia que tiene el corazón. Esta palabra se encuentra más de mil veces en ella. Describe el aspecto de la vida humana que no es material. En la mayoría de los casos «el corazón» comprende la capacidad de reflexionar y decidir, así como nuestras emociones, anhelos, esperanzas y sueños. La Biblia utiliza esta palabra para eliminar toda apariencia e identificar la fuente de la actividad espiritual consciente y volitiva. El corazón es el lugar donde se producen nuestras reflexiones más profundas, y con frecuencia, las cosas que consideran están ocultas., incluso de nosotros mismos. Sin embargo, la Palabra de Dios atraviesa esas profundidades para poner al descubierto nuestros secretos. El escritor de la epístola de los Hebreos nos dice: «Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas» (Hebreos 4:12-13).

[quote align=»center» color=»#E80C7A»]Ten presente que Cristo viene.[/quote]

Pastora Iris N. Torres Padilla